Estos dias apareció un artículo en el aparecen los
resultados de un equipo de investigadores de la Universidad de Oviedo, sobre la
relación del TDAH y la criminalidad. El resultado fue que un 30% de los presos
evaluados tenía TDAH, y que había más TDAH entre los reclusos divorciados,
desempleados y, sobre todo, entre los que habían fracasado en secundaria.
De hecho, ninguno
de los presos con este trastorno había conseguido terminar estudios
universitarios.
Muchas veces me encuentro con la mirada angustiada de un
familiar viendo esta relación y preguntándose si el hecho que su hijo tenga
TDAH significa que va a acabar en prisión, o acabar fumando porros.
Sería complejo saber que es antes, y quizás mi voluntad de
ser fiel a la ciencia, me dificulta entrar en la complejidad de la respuesta,
pero voy a compartir mi impresión.
Para mí tanto el consumo de porros y como acabar
delinquiendo son consecuencias emocionales de un tdah mal llevado. Y antes de
que se conociese, eso era lo más frecuente.
De los chavales que acuden con sus padres a consulta, el
hecho de empezar a entender el tdah; de empezar a aprender pautas, trucos,
modificar hábitos para disminuir su repercusión en el dia a dia; el hecho de
tener una medicación que aunque no me lo corrige ayuda en gran manera; la mayor
consciencia por parte de los padres de hoy en dia del mundo emocional de los
niños; las legislaciones educativas existentes y la existencia de cada vez más
consciencia por parte del colectivo de educadores hace que el daño emocional
que se desarrolla alrededor de las dificultades en funciones ejecutivas propias
del tdah, sea menos.
Suficientemente
menos para si tengo TDAH entender qué dificultades mías me han llevado a sentir
un malestar emocional tal sólo calmable por porros, y un odio hacia el mundo
tal que me de igual hasta la cárcel, y poder ver algo de luz al final del túnel
y empezar a cambiar.
publicado en FOCUS
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