publicado en ABC
Tengo un cociente intelectual de 120 pero no me dice nada,
¿de qué me sirve si me distraigo?». Esa es la pregunta que se hace Gonzalo, de
18 años, diagnosticado desde los seis con Trastorno por Déficit de Atención
e Hiperatividad. Este joven forma parte del 7% de adolescentes españoles
que padecen TDAH, uno de los trastornos más comunes entre la población
escolar, y que se define por la presencia de dificultades atencionales y/o
hiperactividad e impulsividad, entendiendo por esto las complicaciones que el
alumno muestra para enfocar, sostener y regular su atención.
Son conductas que se entienden como normales en niños y
adolescentes, pero que, según apunta Javier Quintero, jefe de Psiquiatría del
Hospital Infanta Leonor (Madrid) y director del gabinete Psikids, «diferencian
a los menores diagnosticados en que estos síntomas son consistentes en el
tiempo, aparecen antes de los siete años y, además, provocan disfunción, es
decir, que afectan al aprendizaje del niño o interfieren en el comportamiento y
en la manera de relacionarse con sus iguales».
Medidas de adaptación curricular
La alta prevalencia de los diagnósticos de TDAH en nuestro
país y las dificultades de estos menores —muy patentes en la etapa escolar—
hicieron que, a finales de 2013, quedara recogido en la LOMCE el trastorno como
una necesidad específica de apoyo educativo o NEAE. Entre las medidas indicadas
por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, se
encuentran la adaptación de los tiempos (cada examen se podrá incrementar un
máximo de un 35% sobre el tiempo previsto para ello), la adaptación del modelo
de examen (tipo, tamaño de fuente, etc), la adaptación de la evaluación
(pruebas orales, escritas, de respuesta múltiple) y facilidades técnicas y de
materiales, además de la adaptación de los espacios.
Son medidas que, en opinión del psicólogo y director de Educatah
(centro especializado en estos menores) Ángel Terrón, «están bien, pero se
dejan otras en el tintero que quizá sean más importantes e, incluso,
beneficiosas, como son las modificaciones que nosotros llamamos no
significativas. Nos referimos a los factores ambientales dentro del aula, o la
relación entre profesor y alumno. Esto no tiene un coste académico, pero sí es
verdad que implica sensibilización y conocimiento del trastorno».
Así lo corrobora Carlos González, director del madrileño colegio Nuevo Velázquez,
especializado en este tipo de alumnos, para quien además «el uso del refuerzo
positivo ante cualquier logro o avance son cruciales». La autoestima de estos
chicos, prosigue, «suele estar muy tocada». Por eso es importante, añade Rosa
García Bermejo, orientadora de Infantil del madrileño colegio Sagrado
Corazón, «aumentar los elogios, la aprobación y el reconocimiento de estos
alumnos. Pero cuidado, tenemos que subir su autoestima, que no su ego. No
podemos perder de vista que tienen que aprender. Si se equivocan, tendrán que
borrar lo que está mal e intentarlo de nuevo. Y si lo han hecho bien también se
les puede decir “esto está correcto, pero, ¿a que lo puedes mejorar?”»,
sugiere.
Detección temprana
En esta línea hay un aspecto que, para García Bermejo, es
importante resaltar, y es que a estos niños hay que ponerles en situaciones de
éxito cuanto antes. «Suelen ser pequeños muy sensibles y más vulnerables de
caer en la adolescencia en temas conflictivos. Pero si se realiza una buena y
pronta intervención, en la que se les ofrezcan suficientes herramientas y
estrategias, no tiene por qué pasar». «Insisto: Si se pone en situación de
éxito al niño en Infantil y Primaria, cuando llegue a Secundaria sabrá que es
capaz de adquirir el aprendizaje. Pero si solo ha tenido fracaso, pensará “soy el tonto de la clase, el que todo lo hace mal”».
De ahí la importancia de identificarlo cuanto antes,
advierte el psiquiatra Javier Quintero. «Es fundamental. Detectarlo a
los siete años implica que hay que hacer muy poquitas cosas, con 14 ya es más
difícil. Hay una oportunidad muy clara de mejorar el pronóstico en función del
periodo de diagnóstico. El problema es que muchos niños se pierden en Primaria
y cuando el sistema se percata de sus dificultades ya ha pasado mucho tiempo y
sus limitaciones son muy marcadas. Tiende a prevalecer el “ya madurará” y
personalmente, creo que esto no es positivo».
En cualquier caso, concluye Quintero, «reconocer que estos
alumnos tienen una necesidad específica de apoyo educativo, que habitualmente
será suficiente con un plan de adaptaciones metodológicas en el aula, tal y
como se hace mención la LOMCE, es la clave. Tenemos que tener en cuenta que
dentro del abordaje multimodal del TDAH, la participación de los centros
educativos es fundamental. Porque si se aplican adecuadamente, estos niños
funcionarán sin mayores dificultades».
Recomendaciones del Colegio Nuevo Velázquez para tratar
alumnos con TDAH
Autoestima
Trabajo y refuerzo de su autoestima y nivel de motivación.
Es algo muy necesario en estos adolescentes.
Refuerzo positivo
En la línea de lo anterior, conviene poner el acento en las
tareas que el alumno hace bien, en lugar de en aquellas en las que presenta
mayores dificultades. Es fundamental que vea que puede lograrlo.
Asimilar contenido
Si es inatento, pero no hiperactivo, puede parecer que
asimila los contenidos y que no sea así. Puede pasar desapercibido para el
profesor y no aprovechar las clases.
La información
Un alumno con Trastorno por Déficit de Atención (Con o sin
Hiperatividad) tiene complicaciones para mantener la atención. Es importante
fragmentar o secuenciar la información y tratar de construir aprendizajes
significativos.
Práctica
Todo aquello a lo que se pueda dar un enfoque práctico
resulta mejor para estos alumnos que aquello meramente técnico.
Posible comorbilidad
El TDAH es un trastorno que, en muchos casos, se presenta
unido o relacionado a otros trastornos de aprendizaje.
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