De niño Gonzalo pensaba: «Quiero escuchar pero no puedo. No sabía ni como decirlo». A los trece años ya había desarrollado los primeros problemas de comportamiento. «Para mi era imposible estudiar o concentrarme, ni en casa, ni en el colegio. Empezaba cosas y nunca las terminaba. Pero yo sabía que no era tonto». Hasta que a los 15 años, él mismo se empezó a marginar, porque se sentía diferente del resto. «Probé las drogas, y me sentía mejor. Eran como un medicamento para mí». Seguía siendo compulsivo, obsesivo. «Empecé a no ir a clase, a ir con gente que yo consideraba que me hacía bien, a robar... y mi TDAH se me empezó "a hacer bola"». Hasta que a los 18 años ingresó en la Clínica López Ibor. Tras unas semanas allí, por fin llegó el diagnóstico: «Tenía TDAH. Con el dictamen en la mano por fin supe que no estaba loco». Aunque de los 16 a los 18 años su vida fue un infierno, Gonzalo concluye que «siempre hay esperanza». Con la tranquilidad de saber que no padecía una enfermedad mental, pero con la autoestima por los suelos, el primer paso para Gonzalo fue aceptar lo que le ocurría. «Me gustaría decir que el proceso fue corto pero no lo fue. Llevo seis años de tratamiento, tras los cuales he cambiado muchísimo gracias a un gran esfuerzo. Ya solo voy a terapia una vez a la semana y estoy en la Universidad realizando estudios de Psicología para ayudar a personas en mi misma situación».
La impulsividad, la inantención y la hiperactividad... Los síntomas que padecen los niños TDAH como Sergio pueden darse también en la edad adulta. De hecho, y según datos de la 12ª Jornada sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad: «El TDAH a lo largo de la vida», el trastorno hasta ahora característicamente diagnosticado en la infancia —y con una prevalencia global en España del 6,8% para niños y adolescentes, según el informe Pandah— permanece en las personas mayores en más del 50% de los casos, pudiendo derivar en serios problemas en el ámbito de sus relaciones sociales, laborales y de familia.
La situación se agrava porque muchos adultos ni siquiera tienen la patología identificada y han cronificado sus problemas de conducta, apuntan, llegando a tener serias complicaciones de perseverancia, organización y errores en la ejecución de tareas. «O están infradiagnosticados e incorrectamente tratados.No se evalúa porque en muchos casos la hiperactividad se reduce y el médico no piensa que los síntomas se deban a este trastorno», indica Josep Antoni Ramos-Quiroga, coordinador del programa de TDAH del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Lo que suele ocurrir, añade el doctor Javier Schlatter, psiquiatra de la Clínica Universitaria de Navarra, «es que el diagnóstico en personas mayores se hace de forma casual, o bien porque uno de los padres se ve reflejado en lo que le pasa a su hijo y suele iniciar el mismo recorrido con el mismo facultativo que está atendiendo al niño».
Pero, cuando se trata de un adulto, ¿cómo se realiza el diagnóstico?Según apunta el doctor Javier Quintero Álamo, jefe de Psiquiatría del Hospital Infanta Leonor (Madrid), hay una serie de evidencias que pueden ayudar a la persona y a los profesionales sanitarios a identificar el trastorno. «No esperamos ver a un adulto saltando por un centro comercial, pero observamos que no pueden estar mucho tiempo sentados y reajustan constantemente su postura, con impulsos más verbales que motores», explica Quintero. «Son personas que tienden a evitar situaciones que requieren un esfuerzo mental sostenido», añade.
Pero la falta de conocimiento y diagnóstico del trastorno, prosigue este experto, hace que muchos de los afectados no sean conscientes de su verdadero problema. «La mayoría han asumido que son así y están resignados a sentirse despistados, impulsivos, desordenados, con dificultades para relajarse y con un sentimiento de fracaso por no alcanzar sus objetivos». «La clave está en que sepan que se puede mejorar, incluso que se puede llegar a estar bien», concluye el doctor Quintero.
Factor evolutivo positivo
Así pues, no todo son sombras y hay quien, como este psiquiatra del Hospital Infanta Leonor, ofrece una visión positiva al respecto: «Es verdad que tenerTrastorno por Déficit de Atención e Hiperactividadno es fácil y complica tanto la vida del niño como la de aquellos que le rodean, pero también puede ser visto como una oportunidad». Pueden convertirse en lo que Miguel Casas Brugué, jefe de psiquiatría del Hospital Universitario Vall D`Hebrón (Barcelona) llama «TDAH constructivos». «Bien dirigidas, este tipo de personas pueden ser muy creativas en la resolución de problemas. De hecho, si están motivados con su actividad son capaces de asumir grandes cargas de trabajo», corrobora José Ramón Gamo, director técnico de la Fundación Educativa Activa y director del Centro de Atención a la Diversidad Educativa. Brugué incluso advierte de que un TDAH «compensado» puede considerarse «un factor evolutivo positivo» y hasta «una gran ventaja». Por este motivo, concluye el psiquiatra del Hospital Universitario Vall D`Hebrón , «cuanto anteslo tratemos y hagamos el abordaje completo para que no presente trastornos en el comportamiento, mejores resultados conseguiremos». «Entre un TDAH constructivo y uno destructivo en realidad solo hay un paso: el diagnóstico precoz y untratamiento multidisciplinar que implique a profesionales de la medicina, la psicología, la educación y la familia»
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