viernes, 17 de enero de 2020

¿Sufres TDAH y no lo sabes?



 PUBLICADO EN ALETEIA

Cuando parece que somos inestables emocionalmente y que no hacemos nada a derechas, podemos preguntarnos si todo se explica por un trastorno. Así llegó mi solución
TDAH son las siglas de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Se trata de un trastorno de carácter neurobiológico originado en la infancia que implica un patrón de déficit de atención, hiperactividad y/o impulsividad, y que en muchas ocasiones está asociado con otros trastornos comórbidos.
Soy una mujer que de niña me caractericé por estar “en la luna”. Me costaba mucho trabajo poner atención. Recuerdo que lo que más amaba hacer era todo lo manual: recortar, pegar, inventar, crear, colorear, pintar, etc. Los TDAH aprendemos mejor con manualidades.
De niña me abrí la cabeza y la barbilla al caerme en dos ocasiones. Los TDAH muchas veces somos torpes.
Recuerdo que a los 6 años, una tarde, jugando con mi hermano y mi  primo, de pronto se apareció un hombre frente a mí y me enseñó su pene. Para mí fue un susto muy grande: corrí a decírselo a mi mamá y a partir de ahí les tuve miedo a los hombres. Pedí a mis papás que me cambiaran a una escuela sin hombres, lo cual era para mí más seguro. Ahí crecí en escuela de mujeres hasta la secundaria.
Hice la Primera Comunión, pero no me acuerdo que alguien me haya hablado de la importancia de ese día. Todos estaban más preocupados por la fiesta y el vestido.
Comparaciones que no ayudan
Nunca fui aplicada en primaria y me comparaban con la vecina aplicada, lo cual me generaba impotencia por no poder ser más aplicada.
Durante el kinder, Primaria y Secundaria, mi mamá llegaba a la escuela casi siempre muy tarde por mí, era de las últimas o la última en recogerme. Esto me producía mucho dolor ya que no sentía que fuera importante para ella.
En esa edad me sentía que no encajaba con los grupos de amigas. Era aislada, callada, reservada, casi no tenía amigas, solo en primero de Primaria. Cuando dejé la escuela mixta también dejé a mi mejor amiga y me dolió mucho.
Nos cuesta el aprendizaje
En primaria me costaba mucho trabajo aprenderme las cosas. Sufría mucho con aprender y estudiar, era pesado. A los TDAH nos cuesta trabajo el aprendizaje.
La primera infancia estuve lejos físicamente de mi padre, que trabajaba en otra ciudad. Yo vivía con mi mamá y mi hermano. La figura paterna más cercana fue un tío que era alcohólico. Mis abuelos, ambos, ya habían muerto.
A los 8 años muere mi abuela materna, con quien casi convivía a diario. Me cuidaba mientras mi mamá algunos años trabajó. Desde esa edad mis emociones estaban alteradas: en vez de llorar cuando me dijeron que había muerto, me solté riéndome a carcajadas. Fue un dolor muy grande para mí. Los sujetos con TDAH tienen dificultades  en el manejo de las emociones debido a un déficit neurobiológico. Describo mi infancia como una huérfana emocional.
Una workaholic
De ser una chica introvertida pasé a llamar la atención. Era extrovertida, chistosa, amiguera, parlanchina, alegre, siempre con energía. Los TDAH hablamos mucho y parece que siempre tenemos energía.
Entré en la escuela mixta con miedo, por los hombres y porque no sabía si iba a poder con la preparación. Los números no eran lo mío.
Al decidir qué carrera estudiar, primero estudié 6 meses Diseño Gráfico. Como no pasé, fui a algo que no tuviera números, Ciencias de la Comunicación. La Universidad la pasé en la luna. El miedo a no aprender y la autoestima baja te limitan.
Crecí siendo mamá de mi mamá y de mis hermanos, siendo como el árbitro emocional  de mi casa, con responsabilidades que no me tocaban.
Estaba más identificada con mi papá que con mi mamá, me faltaba identidad femenina. Pensaba que ser exitosa en el trabajo era la plenitud y caí en una profunda depresión. No quería ser más workaholic.
Mi fe era aprendida, no una fe de convicción, pero iba a misa los domingos, iba a misiones, era líder y -siempre con energía- era una excelente candidata para estar a tope con actividades y apostolados. Una persona rescatadora, y quien se dedica solamente a rescatar a los demás se abandona a sí misma.
Negada para los novios
A los 28 años vi que algo en mí no funcionaba bien. Dejaba los trabajos rápido, no tenía novio o los que tuve eran de tres días, no llegaba a crear un vínculo emocional, era la eterna amiga de los hombres. Empecé a tomar cursos de inteligencia emocional, iba con terapeutas o psicólogos. Nadie me mandó al psiquiatra.
Siempre buscando respuestas a mis conductas, acudí algunas veces a codependientes anónimos (CODA),  entré en un grupo de empowerment, hace tres años asistí a cursos de Tonny Robins y Dr. Joe Dsipenza. Me identificaba con el síndrome de Wendy, por mi inmadurez emocional y por el temor a no ser querida.
Mi vida empezaba a tornarse gris. Todo me costaba trabajo, no funcionaba al 100%. No era capaz de tener una relación a pesar de mi belleza física. Mis amigos o ex parejas siempre me decían que nunca les ponía atención.
El verdadero cambio
A los 33 años, le pregunté a Dios: “No creo que el amor sea tener sexo en la cama, ¿qué es el Amor?”. En vacaciones de Semana Santa cancelé un viaje y decidí irme a un retiro en silencio. Ahí Cristo cambió mi vida. Fue un encuentro personal. Un Jueves Santo entendí que Él era el amor.
Iba a muchos retiros de sanación, de liberación. No me cansaba de buscar respuestas a mis conductas, no me vencían las ganas de estar mejor. Buscaba mucha información en páginas católicas pero sentí que en ninguna página católica se hablaba al respecto.
En 2012 fui a dos neurólogos pero me decían que estaba bien, que lo mío era psiquiátrico.
Estaba en una gran depresión después de tantos intentos fallidos en tantas cosas: ex workaholic, terapias frustradas con charlatanes de salud mental, intentando tener una relación estable de pareja…
Asistí por fin a la consulta de un psiquiatra y me hizo un examen de TDAH: respondí que sí a todo, pero no me interesó el tema, solo me interesaba sentirme bien.
Mejoró mi estado de ánimo, mi atención, tuve un mayor enfoque en ciertas metas, mejor concentración, menos impulsividad.
Es la primera vez que tengo conciencia de mí y del mundo. Después de saberme con TDAH, todo mi pasado encaja perfecto con los síntomas. Hoy mi mayor sueño y anhelo es compartir mi vida con alguien y tener hijos. Creé este año una página en Facebook invitando a otras personas a compartir su testimonio.
Estoy en una etapa de reconocerme, de aceptarme y de amar quién soy y cómo soy, tratándome con más compasión a mí misma, dejando que solo de mí (y de Dios) dependa mi felicidad, no del exterior. Dejar de ser codependiente, dejar de ser infantil, es parte de mi cambio voluntario.
Ahora oriento a padres de familia que tienen hijos con TDAH para invitarlos a que los atiendan desde niños.
Cada vez que estudio más del TDAH empiezo a distinguir que mi mamá y mi hermano menor padecen lo mismo aunque ellos no se lo han tratado.
Síntomas de inatención en el adulto
  1. Tiene dificultades para sostener la atención.
  2. Es olvidadizo y se distrae con facilidad.
  3. Mala concentración.
  4. Maneja y organiza mal el tiempo.
  5. No sabe dónde ha colocado las cosas.
  6. Tiene dificultades para acabar las tareas.
Síntomas de hiperactividad en el adulto
  1. Muestra un sentimiento de inquietud interna.
  2. Sentimiento subjetivo de inquietud mientras está sentado.
  3. Predilección por los trabajos movidos.
  4. Habla en exceso.
  5. Se siente acelerado y agobiado.
Síntomas de impulsividad en adultos
  1. Conduce demasiado rápido.
  2. Cambia de trabajo de manera impulsiva.
  3. Se irrita y encoleriza con facilidad.
En resumen, la inestabilidad y la inmadurez emocional era fruto del TDAH.
Hoy no dejo de dar gracias a Dios por lo bien que me siento, porque vivo gracias a Él y a la tecnología mejor que nunca, por fin más centrada en el presente.

Me encantaría aportar mi experiencia y conocimientos y los de mis familiares en el estudio del TDAH.
Aquí les dejo varios enlaces que pueden ser de utilidad:

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