Según un estudio que hoy publica el New York Times, basado en los datos de Express Scripts, uno de los principales prescriptores de receta del país, el número de adultos que toma medicación para tratar el déficit de atención e hiperactividad se ha duplicado desde 2008 a 2012
Los expertos piden más comprensión hacia este trastorno y advierten de que no es sólo cosa de niños. Según el estudio, aproximadamente 10 millones de adultos americanos podrían padecerlo, frente a los apenas 2'6 que han sido diagnosticados.
“ La primera definición del TDAH la tenemos ya en 1775 y que es un trastorno crónico lo sabemos desde 1902”. El doctor José Antonio Ramos desbarata, de entrada, a cualquiera que se dirija al TDAH como el “trastorno del siglo XXI”. Desde hace 400 años se conoce, pero a día de hoy el 97 por ciento de los adultos que lo padecen, no están diagnosticados. La paradoja alerta a los propios científicos que advierten de la necesidad de tomar conciencia de un trastorno que ha condicionado, sin saberlo, la vida de muchas personas. Entre el 3 y el 4 por ciento de los españoles, según algunos estudios.
Son un auténtico desafío para los especialistas, que en consulta han identificado hasta tres tipos de pacientes: el que ha seguido un tratamiento desde la infancia, pero cuyo trastorno se mantiene en la edad adulta. El del adulto joven que no ha sido diagnosticado y llega a consulta debido a un comportamiento problemático. Y aquellos otros pacientes que derivan desde centros de drogodependencias. En el 89 por ciento de los casos, el TDAH lleva asociados otros trastornos, como ansiedad, bulimia, ludopatías o adicciones.
Aunque con enorme retraso, que se hable de nuevos casos significa también un éxito “Está empezando a diagnosticarse mejor, y nos tendríamos que felicitar por ello”, dice Ramos, que en 2002 abrió el primer centro de nuestro país para identificar y tratar el TDAH en adultos. Desde el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona su equipo de investigación ha publicado ya casi un centenar de artículos internacionales sobre la prevalencia del trastorno pasada la infancia y la adolescencia.
Por fin, empieza a desterrarse la idea de que va únicamente asociado a los más pequeños y comienza a ser diagnosticado. “La clasificación de trastornos mentales americanos se ha abierto más a la sintomatología del adulto”, dice Isabel Rubió, de la Fundación ADANA, en la que atienden a personas con el trastorno. “Hasta hace muy poco se creía que solo pasaba en niños y adolescentes. Pasaba más desapercibido porque no había unos síntomas de identificación”.
Ana Miranda, catedrática de Psicología Evolutiva de la Universidad de Valencia, y directora de una investigación para el seguimiento en la edad adulta de niños diagnosticados con TDAH comparte el diagnóstico. “Hasta ahora se consideraba que desaparecía en la adolescencia. Ahora se constata que es un trastorno crónico que pude durar a lo largo de todo el ciclo vital”.
Se sabe que el 70 por ciento de los niños que nunca fueron tratados de su trastorno, acabarán padeciéndolo también al llegar a la edad adulta: “es un trastorno del neurodesarrollo, por tanto algunos de los síntomas tienen que haberse manifestado en la infancia. Otra cosa es que hayan pasado desapercibidos”, dice Rubió.
En ocasiones, esos síntomas, en la infancia leves, estallan al llegar a la edad adulta. “Puede que haya sido un niño con TDAH con poca problemática, pero que al llegar a adulto se incrementa mucho, porque desaparecen los muros de contención”, apunta el doctor Ramos. Se caen los patrones de la escuela, de la familia, del núcleo materno... Ese niño ya adulto tiene que organizarse por sí mismo y lidiar con más variables en una vida complicada y eso sobrepasa a estos pacientes.
Un dato revelador lo dan las estadísticas de prevalencia por géneros. En los más pequeños, la brecha se abre del dos por ciento de las niñas al ocho en los niños, pero en adultos la proporción es del uno a dos. La explicación se encuentra en los propios parámetros naturales de comportamiento entre unos y otros, de forma que los niños tienden también a manifestar más síntomas, mientras que las niñas los “silencian”. “Hasta ahora habían sido identificadas como chicas con bajo desarrollo intelectual”, dice Rubió, cuando en realidad padecían un trastorno no diagnosticado.
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